Sean todos nuestros hermanos y hermanas bienvenidos.
La conquista de los santos
Dice: “Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie”
Josué 1:3
“Bendito sea el Dios y padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo.” Efesios 1:3
Vemos en estos pasajes de la palabra de Dios, que Josué 1:3 es para los israelitas lo que es para la iglesia Efesios 1:3. Dios había dicho a Josué, antes de entrar a la tierra prometida, que todo lo que pisara la planta de sus pies seria de ellos. Pablo dice a los que formamos la iglesia hoy, que Dios nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales. Estos dos pasajes hablan de “todo”; todo lo que pisare la planta de sus pies y toda bendición espiritual. Josué oyó esto de Dios y lo creyó, entonces tomó al pueblo de Israel, cruzo el Jordán y fue rumbo hacia la tierra prometida. Dios había hecho esta promesa a Abraham: “que le daría la tierra de Canaán” Él había dicho que era una tierra que fluía leche y miel. Pero, cuando entraron se dieron cuenta que la tierra estaba habitada. Naciones y reyes estaban allí. Israel acampo al otro lado del Jordán y Dios mando a que circuncidaran a todo varón, debido a que no lo habían hecho en el desierto. Después de haber hecho esto, celebraron la pascua y se prepararon para la conquista de la tierra que Dios les había dado.
Aquí podemos ver dos cosas:
Antes de comenzar la conquista de la tierra, Dios mando a circuncidarlos. La circuncisión para Israel viene hacer como el bautismo para nosotros. Una vez que se circuncidaron dejaron de ser hombres naturales para convertirse en pueblo de Dios. Luego comieron la pascua, que es la santa cena para nosotros, así estaban listos para la conquista de la tierra que Dios les había dado. La primera nación para combatir era Jericó. La Biblia dice que estaba amurallada hasta el cielo y al mirarla a simple vista, cualquiera hubiera dicho que sería imposible entrar en ella; pero Dios le había dado a Josué las instrucciones de cómo hacerlo, las cuales, para cualquier jefe de ejército serian ridículas.
“Dar una vuelta alrededor de Jericó una vez durante seis días”
¿Qué dirían los habitantes de Jericó? ¿Qué es lo que hacen estos, dando vueltas alrededor de la ciudad?
¿Podrán entrar?” Pero Josué no le importaba lo que decían los demás sino lo que Dios le había ordenado hacer. El séptimo día dijo Dios: “siete vueltas”.
Al terminar la última vuelta los israelitas no regresaron a Gilgal como los días anteriores. Y aquí hay una enseñanza para todos nosotros hoy. Ellos al dar la vuelta a Jericó, volvían al lugar en donde estaban acampando, esto es, Gilgal y allí podían ver correr las aguas del Jordán. Pero, sin embargo, ellos la habían cruzado en seco. Cuando los sacerdotes pusieron las plantas de sus pies sobre las aguas del Jordán, estas se volvieron atrás y se pararon como un montón a los lejos. Ahora ellos estaban al otro lado y veían correr las aguas en el Jordán, pero alguien había hecho algo, que si ellos por sus medios lo hubiesen intentado no lo hubieran logrado. Al mirar las aguas, tomaban confianza y tenían la seguridad de que todo lo que Dios les había prometido, si lo creían, sería una realidad. Para ellos mirar las aguas que corrían en el Jordán es, como para nosotros hoy, mirar la cruz. Alguien hizo algo en la cruz que ningún hombre podía hacer.
Si los cristianos miráramos más a menudo la cruz y lo que allí ocurrió, no nos detendríamos nunca y avanzaríamos hasta conquistar los lugares celestiales. Es por eso que ellos siempre regresaban a Gilgal.
Llego el séptimo día. Se dieron las siete vueltas, Israel se paró alrededor de Jericó, las trompetas sonaron y ellos gritaron y los muros de Jericó se desmoronaron.
Jericó es tipo de este mundo, obstinado en rechazar al Señor. Pero nadie puede evitar que los santos se apoderen de los lugares celestiales y que aquí en la tierra extiendan el reino del Señor. Jericó quedó descubierta y los israelitas, con la espada en la mano, avanzaron hacia adelante y la despojaron. Mataron a filo de espada a todos los habitantes de este lugar, como el Señor había mandado. Así comenzó la conquista de la tierra prometida.
En el capítulo 13 y 14 del libro de Josué podemos ver la conquista que llevo a cabo Josué. Después de mucho tiempo de guerra, no hizo alianza con ninguno de sus enemigos. 31 reyes derroto Josué, muchos se unieron para combatir contra él, pero todos fueron derrotados. Al llegar la hora, se repartió la tierra conquistada, a pesar que todavía quedaba mucha para apoderarse. Josué ya estaba casi viejo y había mandado que se apoderaran de toda la tierra que Dios le había dado y les dijo que: “Si quedaban naciones sin conquistar, estas serían para ellos como aguijones para sus ojos y Espina de su costado.”
Por eso la orden era: Conquistar toda la tierra y no dejar ni uno solo de sus enemigos.
Una vez que la tierra fue repartida, los israelitas tomaron ubicación en sus tierras y habitaron en sus casas en los mismos lugares donde los antiguos habitantes llevaban a cabo tanta maldad, como el capítulo 18 de Levítico lo enseña, ahora allí los israelitas alaban y adoran a Dios. Los enemigos habían sido derrotados y lo que se veía era completamente distinto en cuanto a la conducta que los habitantes derrotados tenían. Si Josué y el pueblo de Israel se hubieran conformado con saber que había una buena tierra y la hubieran mirado de lejos, sería como tantos cristianos hoy, que recibieron la vida de Cristo y sabiendo que es perfecta llena de riquezas espirituales, jamás se apoderan de ella.
Pero Josué no se conformó con mirarla y contemplarla, sino que creyó lo que Dios dijo: “Que todo lo que pisara la planta de sus pies seria de ellos”.
Por eso cruzo el Jordán y combatió hasta apoderarse de ella. Ahora las riquezas de esas tierras eran suyas. Nos trasladamos a la iglesia de hoy y tomamos el pasaje de Efesios 1:3 donde Pablo tiene una exclamación y bendición a Dios a causa de lo que nos ha dado. Pablo dice: “Toda bendición espiritual”.
Cuando nos bautizamos, recibimos el Espíritu Santo que provine de Dios y en él está la vida perfecta del Señor Jesucristo. Sin embargo, en este cuerpo habitan las obras de la carne, las cuales son enemistad contra Dios, pero el Señor dice que nos dio su vida, la cual debemos desarrollar en nosotros. Al igual que Israel nos fue dado conquistar los lugares celestiales, es decir, que la vida espiritual que Dios nos ha regalado en Cristo se irá desarrollando hasta alcanzar su imagen.
“Porque a los que antes conoció, también los predestino para que fuesen hechos conformes a la imagen de su hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.” Romanos 8:29.
Ahora, todos los que hemos creído y fuimos bautizados, recibimos el Espíritu Santo, y en cada reunión de santa cena participamos de ella; estamos capacitados para combatir a diario contra todos nuestros enemigos ya sean las obras de la carne, las asechanzas de Satanás o las tentaciones que el sistema de este mundo nos ofrece. Si como Josué, creemos que lo que Dios dice que nos ha dado, debemos esforzarnos en la gracia de Dios para lograr el crecimiento de esta vida espiritual que hoy está en nosotros. Todo lo que a la carne le apetece lo tiene el sistema de este mundo y Satanás, que tiene poder sobre el hombre viejo, pero nunca sobre el hombre nuevo, se lo ofrece en tentación a quienes han creído, para hacerlos tropezar y así crean que nunca lo van a lograr. Pero si como Israel miraba el Jordán, nosotros miramos la cruz, podríamos ver que Cristo lo venció todo y que él está en nosotros y su victoria es la nuestra; entonces no nos detendríamos en la conquista de esta vida espiritual. No debemos dejar que la conducta del hombre viejo nos esclavice nuevamente, sino que por la fe debemos practicar todo lo que Dios dice en su palabra.
El apóstol Pablo dice: “No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojaos del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creo se va renovando hasta el conocimiento pleno…” Colosenses 3:9 y 10
Aquí el apóstol Pablo nos habla de que debemos tener una conducta conforme a la persona espiritual que hemos recibido, porque en el momento que recibimos a Cristo nos hemos despojado del viejo hombre, y dice que no debemos mentirnos los unos a los otros porque esa conducta ya no nos pertenece y debemos revestirnos del nuevo hombre. Habla de una renovación que se produce día a día conforme a la imagen de nuestro Señor Jesús y nos muestra que si logramos que esto sea una realidad en nosotros, nos llevara a alcanzar la plenitud de conocimiento, que es algo que tanto necesitamos y de lo cual los creyentes de hoy ni hablan, algunos ni saben siquiera que pueden lograrlo, pero sin embargo, es algo tan valioso y tan importante que solamente a la luz del Espíritu Santo podemos llegar a conocer el caudal inagotable de sus riquezas.
Ahora bien, si nos detenemos por un instante y miramos hacia la iglesia de hoy, la mayoría desconoce el valor de las bendiciones espirituales y a causa de esto se dedican a buscar bendiciones materiales y riquezas terrenales, para lo cual usan las artimañas del error que este mundo a través del engaño les ofrece. Así multitud de cristianos han partido de esta tierra, y otros que en estos tiempos buscan disfrutar de las cosas temporales más que conquistar las riquezas que en Cristo son eternas, no tiene el menor conocimiento de lo que significa alcanzar las riquezas de pleno entendimiento, como el apóstol Pablo nos dice en Colosenses 2:1-3: “… porque quiero que sepáis cuan gran lucha sostengo por vosotros, y por los que están en la Odisea, y por todos los que nunca han visto mi rostro; para que sean consolados sus corazones, unidos en amor hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el padre, y de Cristo, …en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. Y esto lo digo para que nadie os engañe con palabras persuasivas”
Y esto es una trampa de Satanás para que los que han creído en Cristo no se apoderen de la gloriosa exaltación a la cual Dios por la fe los ha llevado. Cuantas cosas desconocen los cristianos de este tiempo de que Dios en su palabra nos dice que por Cristo ha comprado, riquezas como la paciencia, el dominio propio, son cosas de las cuales ya nadie habla. Sin embargo, la escritura dice que estas son muy necesarias: “… porque os es necesaria la paciencia, para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.” Hebreos 10:36.
En realidad, son muy pocos los ministros que instan a sus congregaciones a apoderarse de todas estas bendiciones espirituales que Dios nos ha dado. La Biblia nos enseña que como hijo de Dios debemos hacer siempre lo bueno, haciendo bien a otros y no debemos cansarnos de esto. La única manera de derrotar al mal es haciendo el bien y nosotros hemos recibido el Espíritu Santo y con él la capacidad para hacer siempre lo bueno. No debemos dejar que el mal nos esclavice, Romanos 12:21 nos muestra que el mal querrá hacernos creer que no vamos a poder lograrlo, pero el apóstol dice que haciendo el bien lo venceremos. “No sea vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal”.
La conquista de la vida de Cristo y el desarrollo de ella tendría que ser para el cristiano el tesoro más preciado, debería ser algo deseado y muy amado por los que a través de la palabra de Dios descubren que él desde antes de la fundación del mundo ha preparado para nuestra gloria, cosas que como hombres jamás conocimos y como hombres jamás podríamos conocer, Pablo nos dice:
“Antes bien, como está escrito: cosas que ojo no vio, ni oído oye, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman.” 1 Corintios 2:9.
Vemos que hay cosas que nunca nuestros oídos oyeron, ni nuestros ojos vieron, ni han sentido corazón de hombre y son para los que le amamos. Esto significa que cada día podemos tener una experiencia nueva en cuanto al conocimiento de estas cosas tan maravillosas y gloriosas que Dios nos ha dado. Y a causa de esto deberíamos amar a Dios más que a todas las cosas y aún, tendríamos que buscar cada día amarle más. La conquista de los lugares celestiales en el desarrollo de la vida de Cristo tendría que ser para todo creyente una preocupación y un constante deseo de alcanzarlo en toda su plenitud. Todos los que han creído recibieron la capacidad para hacerlo.
Para la conquista de la tierra de Canaán los Israelitas tuvieron que matar uno por uno a todos los habitantes de aquella tierra y Josué les había dicho que si ellos dejaban alguna nación sin conquistar estas les iban a ser por aguijones y espinas en su costado, hoy los falsos maestros y los que desconocen tratan de libertar a los creyentes en este tiempo, de espíritus, tales como, espíritu de contienda, de celo etc. pero la Biblia enseña que son obras de la carne. (Gálatas 5:19 al 21); pero para evitar esto Dios dice que con Cristo hemos muerto y que resucitamos juntamente con él para una vida nueva, hay esta nuestra libertad (Efesios 2:5 y 6); por lo tanto, lo que debemos hacer es practicar la nueva vida que hemos recibido, por eso que el apóstol Pablo dice que haciendo el bien venceremos al mal. A parte de esto, nadie puede librarse de las obras de la carne sino es por la fe en la palabra de Dios que dice que hemos muerto y nacido de nuevo.
Mi anhelo y mi deseo es que todo aquel que lea esta literatura se esfuerce en la gracia que es en Cristo Jesús para no perder nada de todo aquello que Dios por Cristo ha comprado para los que le aman.
Los amo y los abrazo en el amor de Jesucristo. Amen
Pastor Juan Avellaneda