Sean todos nuestros hermanos y hermanas bienvenidos.
“El que no naciere de Nuevo, no puede ver el reino de Dios”
“Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” San Juan 3:1 al 5
Hemos leído este pasaje del evangelio de San Juan que nos revela como Nicodemo (que era un principal entre los judíos), le dijo lo que la escritura relata.
“El que no naciere de Nuevo, no puede ver el reino de Dios”
Nosotros, en esta literatura, no queremos hablar de Nicodemo, ni porque vino de noche y no de día, pero si, queremos hablar de este mensaje tan valioso y tan importante para los creyentes, que el Señor Jesús le predico a un solo hombre: “El Mensaje Bendito de la Regeneración”
Así que vamos a ocuparnos de lo que Jesús dijo a Nicodemo, no de lo que Nicodemo dijo a Jesús. La respuesta del Señor Jesús ante lo dicho por Nicodemo, como la Escritura lo relata, fue:
“… si no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”.
El Señor Jesús menciona dos veces el nuevo nacimiento. Primero, dice que: “…si no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”, y luego “que él no naciera del agua y el Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”. De esto es que queremos hablar, acerca del reino de Dios.
Cuando el Señor Jesús dijo a Nicodemo que debía nacer de nuevo, este le pregunto: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?
Jesús dijo: “que el que no naciera del agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”.
Si nosotros no hubiésemos tenido las cartas del apóstol Pablo, tal vez, nunca llegaríamos a entender que significa nacer del agua y el Espíritu.
En Romanos 6:3-4 dice: “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva”
Vemos aquí como el apóstol nos muestra que por el bautismo somos sepultados juntamente con Cristo y resucitados para una nueva vida, es decir, que Dios en Su plan de salvación para con el hombre en Cristo Jesús, les da la oportunidad a todos los que creen, de morir y nacer de nuevo por la fe, para vivir una vida espiritual.
Multitudes de creyentes no entienden lo que es esto, a pesar de lo que conocen y saben que a través del bautismo ellos nacieron de nuevo, no tienen la experiencia de llevar adelante el desarrollo de esta nueva vida que han recibido. El Señor Jesús dijo: “no puede ver el reino de Dios”, así que, uno no puede entrar a un lugar que no ha visto primero.
¿Qué significa ver el reino de Dios? Muchos piensan que el reino de Dios es un lugar físico, otros que esta en el cielo y que cuando seamos arrebatados vamos a entrar en él. Sin embargo, el reino de Dios es un sistema de vida que Dios da a todos los que creen en Jesucristo.
En Lucas 17:20-21 dice: “Preguntado por los fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros”.
Aquí vemos que el Señor Jesús dijo, que Él era el reino de Dios; también dijo: “yo soy la vida”, y esa es la vida que nosotros hemos recibido. Desde que el Espíritu Santo descendió a la tierra en Pentecostés, todos los que los reciben dejan de ser hombres carnales para convertirse en hombres espirituales; desde entonces, hasta aquí, el reino de Dios se extiende en la tierra. La iglesia de hoy habla muy poco acerca de este sistema de vida que Dios nos ha regalado en Cristo. Ahora bien, para llegar a vivir esa vida tenemos que conocer cuáles son las virtudes que ella tiene en su esencia, para esto, vamos a la carta del apóstol Pablo a los Gálatas 5:22-23: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”
En estos pasajes podemos ver el fruto del Espíritu, que es la esencia de la vida de Cristo que ahora está en nosotros y tenemos que desarrollar, vivir, disfrutar y enseñar a otros. El apóstol Pablo en esta misma carta a los Gálatas, capitulo 5, versículo 16 al 21 relata cuales son las obras de la carne, es decir, la vieja vida que tenemos, la cual debemos abandonar, por la fe y practicar la nueva vida que hemos recibido.
Si nos detenemos a mirar y comparar las obras de la carne, con el fruto del Espíritu, tendríamos que maravillarnos del plan de Dios, que no solo compro la salvación para todos los que hemos creído, sino también la exaltación de la vida, a la cual ya nos ha llevado, por haberla recibido. Ahora bien, debemos pensar y meditar seriamente en cuanto al nuevo nacimiento, ya sabemos que a través del bautismo hemos muerto y nacido de nuevo, ahora tenemos que aprender a ver el reino de Dios. ¿Dónde lo podemos encontrar?
En aquella persona que dijo que Él era el Reino de Dios, mirando nosotros como Él vivió y manifestó a través de los Evangelios este sistema de vida. A través de la Escritura podemos ver la conducta perfecta de un verdadero hombre, la cual tendríamos todos que imitar, ya que, las virtudes de esa vida maravillosa que Cristo manifestó; hoy, están en nosotros.
– ¿Qué significa para nosotros ver el Reino de Dios?
Miramos y vemos al Señor Jesucristo.
– ¿Qué pensamos de Él?
– ¿Quisiéramos ser como El?
Muchos enseñan que no podemos ser, en la conducta, como Él es. Sin embargo, el apóstol Pablo nos dice, en Romanos 8:29: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo …”
Entonces, podemos ver el error de aquellos que dicen que no podemos alcanzar esto. Para nosotros, ver el Reino de Dios, seria ver el amor que Cristo manifestó y que hoy sabemos, está dentro de nosotros.
¿Cómo quedaría este amor desarrollado en nosotros? ¿Desearíamos que esto fuera así? Vemos que, en el fruto del Espíritu, que hemos recibido, está. Y ¿Qué hay de la misericordia, paciencia, humildad, bondad, mansedumbre, templanza?
Nos detenemos a pensar: ¿Qué sentiríamos si esto fuera una realidad en nosotros?; ¿Cómo seriamos para los demás? Si miramos aquel que la vivió y la manifestó, podemos imaginarnos como nos quedaría esa vestidura, porque el apóstol Pablo lo da como un vestido que está en nuestro ropero espiritual, en Colosenses 3:12-13: “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros”
Damos un ejemplo: Cuando una persona piensa o quiere comprar una prenda de vestir para sí, no anda por la calle, entra a cualquier negocio y la pide sin haberla visto antes. Lo normal es que, aquel que va a comprar una ropa para sí, la mire primero en la vidriera, la examine detenidamente, mire el modelo, el color y hasta llega a imaginarse como le quedaría, a tal punto que muchos entran a la tienda y se la prueban. En cuanto a una ropa nueva, el que la adquiere y se la pone, puede llegar a despertar, en aquellos que lo ven, el anhelo también de tenerla, hasta es posible que le pregunten donde la compro. Pero, si los que la miran y les gusta esa ropa, no tienen dinero, por más que anhele comprarla, nunca la tendrá.
Vamos a la vida espiritual que hemos recibido, cuando esta se desarrolla y podemos experimentarla en manifestación hacia los demás, también podemos llegar a despertar en ellos el anhelo de tenerla. Nosotros podemos lograr que la obtengan sin tener que comprarla, pues es un regalo que Dios hace para todos aquellos que la desean. Por eso, es necesario primero ver y anhelar que, así como nosotros antes de verla no la conocíamos, a través de nosotros la vean, la conozcan, la posean y la disfruten.
Cuando un creyente por la información que la Escritura da acerca del Reino de Dios lo desea y como hemos visto creé, entra a pertenecer al Reino del Señor Jesucristo; Dios lo hace miembro de su cuerpo, él ya no se gobierna a sí mismo, sino que Cristo debe ser quien gobierne por completo su vida, Él lo guiara por su Espíritu, a alcanzar el desarrollo de este sistema de vida tan maravilloso. Dios habiéndonos liberado de la potestad de las tinieblas nos trasladó al Reino de Su Amado Hijo. “… el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados” Colosenses 1:13 y 14
Entonces, podemos ver que hoy se habla mucho a cerca de la iglesia como una asamblea y eso es lo que sucede, cuando nos reunimos para dar culto a Dios como una asamblea, todos tenemos la oportunidad de exponer nuestras ideas y dar a conocer cuáles son nuestros pensamientos, pero cuando nos declaramos ciudadanos del Reino del Señor Jesús vemos que nuestros pensamientos y razonamientos ya no cuentan. Él es la cabeza y ya todo está planeado perfectamente, desde antes de la fundación del mundo, para que se cumpla en nosotros y a través de nosotros ante los ojos de este mundo.
El que en el entra, pertenece a la familia de los hijos de Dios, cuyo jefe es nuestro Padre Celestial y como tales debemos aprender a vivir. El Reino de nuestro Señor Jesucristo posee el arma más poderosa que existe para combatir contra el reino de las tinieblas y este es el amor de Dios; el cual, desarrollándose, en los que creemos, nos impulsa solamente a hacer el bien que Dios, en Su Palabra, nos enseña; derrotando, de esta manera, al poder de las tinieblas que nos insta para hacernos creer que todavía somos pecadores y que nunca entraremos al Reino de Dios en esta tierra.
En la ilustración que dimos en cuanto al ponerse una prenda de vestir nueva, antes de hacerlo, primero debe sacarse la prenda vieja. Es lo que el apóstol Pablo nos enseña en Colosenses 3:9-10: “No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno”
En el caso de la prenda de vestir vieja es fácil para los que quieren sacarse y ponerse la nueva. Pero en cuanto a la vieja vida que tenemos y que hemos heredado de Adán (que es donde nacimos) solamente por la fe, creyendo lo que Dios dice que ha hecho con Cristo en la cruz; es que nosotros podemos apoderarnos y al practicar, por el conocimiento que vamos adquiriendo de esta nueva vida, a través de las enseñanzas de la Palabra de Dios, es que dejamos sin efectos sus deseos engañosos que están viciados con sus hechos.
“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos” Efesios 4:22
Esto lleva al que cree a tener una experiencia que nunca antes había vivido, por un lado, el gozo de descubrir que no es un pecador y que puede vivir la vida de justicia que Dios ha preparado para él.
Por otro lado, lo llevara a tener otra experiencia, el combate que por declararse justo tiene que enfrentar, en contra de los deseos y apetitos de la carne, ya que al considerarse justo como Dios lo declara en Su Palabra, mira las obras de la carne como un enemigo que va a todas partes con él y que tarta de esclavizarlo nuevamente. “… y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” Efesios 4:24
Esto es una lucha que tendrá que llevar a cabo todo aquel que entra a pertenecer al Reino de Dios. Pero también, debe saber que una vez que cree en lo que Dios dice que ha hecho en Cristo, el nunca más puede volver a ser esclavo de nadie ya que Cristo lo hizo libre de una vez y para siempre. “Estas pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de la esclavitud” Gálatas 5:1
Es decir, que nadie lo puede volver a esclavizar si él no lo desea; el mal siempre lo estará acosando porque, por la fe, se ha separado de él y al ser hecho libre por haber sido justificado por Dios, en Cristo Jesús, absuelto de toda culpa y cargo; se encuentra capacitado para defenderse del mal y mantener la nueva posición que, en Cristo, Dios le ha dado. Por eso, es necesario que todo creyente tenga bien en claro lo que significa haber sido justificado por Dios en Cristo Jesús. Nosotros, para esto le recomendamos leer el libro de La Justificación por la fe, ya que las tres doctrinas más importantes del Nuevo Testamento son: La Redención, La Justificación y La Regeneración, de las cuales la iglesia de este tiempo habla muy poco. Por eso, multitudes de creyentes confiesan ser pecadores porque no entendieron que fueron absueltos de toda culpa y cargo, por la resurrección de Jesucristo y la fe en El.
Entonces, podemos ver que al Reino de Dios entran todos aquellos que al verlo lo desean. Hay quienes se conforman solamente con la salvación, miran la cruz donde Cristo murió, le dan gracias por haber muerto por ellos, aceptan Su perdón, pero no les interesa la vida del Reino, son los que se conforman con apoderarse de algunas de las promesas que Dios tiene en Su Palabra para los que han creído (como la prosperidad, la sanidad, etc. …). Ellos no tienen el combate que los justos tienen en contra de la carne. Dios dice, que nos trasladó al Reino de Su Amado Hijo y los que así lo entienden no lo desprecian. Estos, se esfuerzan en Su gracia para alcanzar todo aquello para lo cual fueron traídos por Dios en Cristo y lograr el desarrollo de esta maravillosa vida que Dios les ha dado; para que en el día del tribunal de Cristo puedan recibir la corona de justicia y así ser la Esposa del Cordero para después reinar con El en el milenio y juzgar en el día del juicio al mundo y a los ángeles.
“¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas? ¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida?” 1 Corintios 6:2-3
Así que, Amados Hermanos, ya que Dios nos conoció desde antes de la fundación del mundo, nos predestino y nos llamó a ser conformados a la imagen de Su Hijo, no nos conformemos con la salvación, sino que, esforcémonos en Su gracia para alcanzar el desarrollo de esta vida que nos lleva a alcanzar la exaltación gloriosa a la que Dios llevo a Nuestro Señor Jesucristo, ya que nosotros estamos sentados en los lugares celestiales juntamente con El. “Y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús” Efesios 2:6
Hermanos Amados, ya nacimos de nuevo porque fuimos bautizados: Así que, podemos ver y entrar al Reino de Dios; Los cielos están abiertos para nosotros, no nos dejemos engañar por nada, Cristo lo ha vencido todo y Dios nos ha hecho miembro de Su cuerpo:
“Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembro cada uno en particular” 1 Corintios 12:27
Por lo tanto, debemos esforzarnos en la gracia que es en Cristo Jesús para alcanzar las riquezas de pleno entendimiento y de conocer el misterio de Dios el Padre y de Cristo en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría. “… para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” Colosenses 2:2-3
Muchos creyentes al ignorar todas estas cosas no pueden ver el Reino de Dios, por eso, tampoco entran, nuestro deseo es que esta literatura los lleve a alcanzar este conocimiento, acerca de que Dios ya nos ha hecho miembros del Reino de Su Amado Hijo. Por lo tanto, los exhortamos a indagar con diligencia en la Palabra de Dios, acerca de esta verdad gloriosa y maravillosa que Cristo compro para nosotros en la cruz.
Que el Señor los ilumine, de tal manera, que cada uno pueda descubrir que fueron hechos aptos para participar de esta herencia espiritual con todas sus riquezas. “Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz” Colosenses 1:12
Amados Hermanos, hablamos todas estas cosas porque no hay manera de que el diablo y todos sus ministros hagan desaparecer el Reino de Dios; sino que, todo lo contrario, antes de que seamos arrebatados Dios lo exhibirá, es decir, que la iglesia será manifestada ante los ojos de los hombres en toda su gloria, como está escrito en Hageo 2:9: “La gloria postrera será mayor que la primera”
Porque el Reino que hemos recibido es inconmovible (Hebreos 12:28), es decir, que nunca más será tomado por otro reino, toda la plenitud de Su poder y de Su vida será exhibida en el milenio cuando Cristo con Su Esposa venga a reinar. Ahora bien, cuando estemos en el cielo ya no tendremos tiempo de conquistar nada, porque todo debe hacerse mientras estamos en la tierra. El apóstol Pablo con respecto a su persona lo enseña en 2 de Timoteo 4:7, él nos dice, que la corona de justicia le esta guardada, es decir, que la corona la conquistó estando aquí en la tierra. No nos dejemos engañar por nada, en el cielo recibiremos solamente lo que hayamos hecho mientras estábamos en este cuerpo.
“Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” 2 Corintios 5:10
Así que, estad firmes y constantes, creciendo en el conocimiento de Dios, sin moveros de la esperanza a la cual fuisteis llamados en Cristo Jesús. “Para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios” Colosenses 1:10
Los amo y los abrazo en el amor de Jesucristo. Amen.
Pastor: Juan Avellaneda